Antofagasta | Historia de una ida y una vuelta

(Oh si, soy fanática de Tolkien)

Ya llega todo a su fin. El viaje se hizo tan corto, los días pasaron como en un sueño que recién empiezas a procesar, para luego despertar demasiado rápido. Y como en esas experiencias que se van volando cuando las disfrutas, llegó el día de decir adios.
Fueron 3 días hermosos, llenos de recuerdos y risas.

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Ayer partí temprano a la ex oficina salitrera de Chacabuco (haré un review completo y detallado cuando llegue a Santiago), fue una experiencia que me dejó sin palabras, reencontrame con la soledad del desierto te hace plantearte tantas cosas, ese silencio, esa soledad, ese sol que carcome la piel.
Me gustó ir, fue lindo descubrir que esa historia sigue allí, que esas vidas y vestigios de las personas que recorrieron sus calles, aún siguen allí.

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Después de volver del desierto, decidí pasear por la fiesta de las colonias (actividad que también escribiré después) y sacar un par de fotografías. Hacía tanto tiempo que no iba a esta feria gastronómica y cultural de Antofagasta, que había olvidado lo mucho que se llena xD No pude comer nada, pero al menos pude mirar los stands y fotografiar algunas cosas.

Si me dedico a analizar el día de ayer, me doy cuenta los extremos con los que me volví a conectar. Por un lado el desierto me esperaba con su sol, su viento y su soledad en cada esquina, mientras que por otro el mar me recibía después de años separados.

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Acá me quiero detener. Cuando me refiero ahora al “mar” hablo de las costas del norte de Chile, esas donde el agua es tibia y poderosa, donde te reciben con calma para luego avanzar con todo. El mar nortino es tan diferente del que puedes disfrutar en el litoral central o en el sur, sus costas son tan distintas pero que son capaces de abrumarte de la misma forma.
Así que cuando digo que ayer me reencontré con el mar, es porque ayer me volví a conectar con sus aguas.

Quise sacar fotos del balneario y lo hice, pero a pesar del viento helado y que eran más de las 18h, el agua me llamaba. Así que me saqué las zapatillas y a meterme se ha dicho.
Me mojé los pies y piernas solamente, pero fue suficiente con eso. El agua estaba increíble, tibia y cristalina. Me hizo recordar lo mucho que extraño levantarme todas las mañanas, abrir la ventana, y ver el océano frente a mis narices.
Después de eso, me dediqué a recordar el sabor de las empanadas de un local que me encantaba cuando estaba acá. “Florencia” se llama y venden empanadas con queso y los extras que más deliciosos (me comí una de queso, jaiba y camarones, Yummy!). Después de eso, tuve que correr para alcanzar a subir a las ruinas de Huanchaca para fotografiar el ocaso desde allí.

Fue un dia hermoso y perfecto. La mejor forma de prepararme para abandonar hoy esa capital minera.

Un beso a todos y les escribo cuando regrese a Santiago.

Comments

  1. ricardo pereira Responder

    Hola Carla. Al parecer tu viaje a Chacabuco se concretó. Te sirvieron las datos que te proporcioné? Saludos.

    • Carlita MF Responder

      Hola!
      Disculpa la demora (recién ahora estoy poniéndome bien al día con mi blog, el 2014 fue bien complicado). Sip, efectivamente resultó el viaje y al final lo realicé con una agencia que me organizaron un plan para visitar la salitrera. Todo super bien (de hecho tengo post pendiente del tema ><). Saludos y gracias!

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